Empenzando... por el principio

Todos tenemos un tarro lleno, la mayoría tenemos varios. Los llenamos de cualquier cosa imaginable y los dejamos en cualquier parte. Nos los llevamos con nosotros, o los dejamos en casa esperándonos. Hay tarros de los que nos gusta presumir y otros que dejamos guardados bajo llave, sólo para nuestro disfrute o nuestra tortura. Algunos llenan tarros y tarros sólo de nostalgia, y hay quien empieza a llenar sus tarros pero se cansa enseguida, y estos quedan abandonados y perdidos.

Yo he llenado mis tarros de multitud de cosas, de sueños absurdos, de películas vistas, de libros leídos, de palabras vacías, de silencios poderosos, de horas de música, de canicas de colores, de muchos “quiero y no puedo”, de algún que otro “puedo pero no quiero”, de pensamientos profundos, de capítulos y capítulos de series grotescas, de galletas con chocolate pero sin azúcar (¿cómo se come eso…?). Y así podría seguir unas cuantas horas más.

Con este blog quiero, de algún modo, compartir mis tarros con vosotros. En este mundo tan lleno de todo, es muy posible que más de uno tenga tarros similares a los míos, y eso, en realidad le hace a uno sentirse más acompañado. Incluso los tarros más extraños pueden tener un alma gemela perdida por el mundo.

Espero que disfrutéis con las locuras, travesuras, aventuras y banalidades que os cuente.

Namaste y buena suerte.


Agradecimientos:

• En primer lugar quiero agradecerle a Juan que me permita compartir muchos de sus tarros y por estar siempre interesado en compartir los míos. ¡Te adoro!

• También le quiero a agradecer a Plutónica (tú sabes quien eres), tu ayuda a la hora de elegir el nombre de este blog y por alegrarme el día en el trabajo, ¡así da gusto!

• Y por último a todos los que leáis este blog, por tomaros el tiempo de escuchar a una pobre loca de la vida como yo. ¡MUCHAS GRACIAS!