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28 de febrero de 2011

[Crítica] 127 Horas

Sin duda hay quien dice que desde Trainspotting Danny Boyle tiende a ir hacia abajo. No oiréis eso de mi, desde luego. No tiene una trayectoria impoluta, pero eso casi nadie y, es más, casi mejor, porque se aprende infinitamente más de las cagadas que de los éxitos o por lo menos eso me enseñaron a mi...

Toda su trayectoria está marcada por planos muy personales y por una forma de narrar historias muy particular. El caso es transmitir, conectar con el espectador, ya sea revolviéndole las tripas o tocando el corazón... En algunos casos lo consigue de forma tan abrumadora que nos desconcierta. Slumdog Millionaire es  profundamente intensa y conmovedora, por ejemplo. La playa sin embargo es un pequeño desproposito, como esas veces que estás tan emocionado por contar un chiste que al final no atinas a hacer gracia.

127 Horas es una de esas historias que no te pueden dejar indiferente. Primeramente porque es una historia real y eso siempre resulta estremecedor cuando las dimensiones de lo que se cuenta son como las de la increible historia de Aron Ralston. Eso desde ya se merece todo mi respeto, pues no es algo ficticio y más o menos fielmente, Boyle cuenta lo que le ha pasado a un ser humano.

Sin duda, las comparaciones (siempre odiosas) con Buried son innevitables, pero no pienso caer en ellas. En mi opinión hablamos de dos historias totalmente diferentes contadas con herramientas argumentales similares. Ya alabé el maravilloso trabajo de Ryan Reynolds y de Rodrigo Cortés en Buried y no me cansaría de hacerlo nunca. La película de Danny Boyle es igualmente buena, visualmente devastadora y anímicamente aniquiladora. Se mantiene como en una cuerda floja a mitad de camino entre el humor negro a la que una mente cercana a la locar tiende (cinco días atrapado sin hablar con nadie y con la sombra de una muerte casi segura sobre tú cabeza... para no volverse loco) y el drama más intenso gracias a recursos visuales que ya son un sello del director. He leído por ahí que estamos ante una orgía visual y desde luego en ocasiones es caótica y excesiva pero es para mi un total acierto, pues la historia contada a través de los ojos del director tiene un aspecto de locura y deseperanza que te hacen entrar y desear con todas tus fuerzas salir de la trampa en la que ambos, el personaje y el espectador, han caído. Quizá sea que a mi me resulta extremadamente fácil meterme en la piel de los personajes que veo en la pantalla, pero seamos sinceros, eso no lo consigue cualquier historia, ¿o sí?. 

La interpretación de James Franco, pese a no haberse merecido un Oscar es de lo mejor que había en esta edición, de eso no hay ninguna duda; el talento queda patente en cada plano. La responsabilidad visual se reparte entre la pesada carga que tiene Franco y la cámara de Boyle que vuela fuera de la carcel de piedra en la que se encuentra el personaje. De ese modo, no solo vemos y sentimos la desesperación de James Franco si no la añoranza de aquello que ya no tiene, libertad, posibilidades, opciones...

La música que acompaña todo el metraje es la otra gran culpable del maravilloso resultado del film. En ocasiones acompaña la trama, en otras se contrapone a ella para crear una extraña sensación de equilibrio. El caso es que de forma paralela, cuenta la misma historia. 

Señores, Mr. Boyle no solo nos abre las puertas a una experiencia (o su visión de ella) si no que  nos brinda la oportunidad de entrar en la mente de un hombre en los momentos más duros de su vida. Para mi es, sin duda, una genialidad.

17 de febrero de 2011

[Crítica] RED

Otra película que he visto recientemente es RED. Ha varias palabras que utilizaría para describir este film, una de ellas sería, desternillante; otra, posiblemente sería, fantasma y no quedaría fuera de lugar que la describiese como realmente cojonuda.


Ver a viejas glorias del cine como son Helen Mirren, John Malkovich o Morgan Freeman junto al siempre heróico Bruce Willis pegando tiros, totalmente irreverentes y pasados de rosca merce la pena, sí señor. El punto fuerte de la película es sin duda la falta de seriedad con que se toma a sí misma. Da gusto ver a un grupo de autenticos monstruos de la interpretación decididos a pasarlo bomba pues ya no tienen nada que demostrar. No es una reivindicación de que esta gente todavía tiene mucho que ofrecer, yo no lo veo así, por lo menos. Es más bien una canto al "hago lo que me da la gana porque soy lo más grande, así que un respeto a las canas..."

Dentro de esta filosofía el que más da el cante es, sin duda, Malkovich. Es excesivo y se le nota que se lo pasa en grande en cada fotograma en que aparece. La historia en realidad es más bien pobre, no tiene ningún misterio, pero tampoco lo necesita. Facilona y gamberra se vale de "gags" resultones sin ninguna complicación y así le va bien, yo creo. Las escenas de acción son realmente espectaculares, burras y exagerdas, sí, pero impactantes y si entras a la sala solo con ganas de divertirte, con seguridad lo conseguirás. La puesta en escena es extremadamente entretenida.

Ya ha ocurrido antes, la inspiración en este caso vuelve a venir del mundo del cómic y la novela grafica. En este caso, la película se basa en la novela gráfica escrita por Warren Ellis y dibujada por Cully Hammer. Eso sí, el guiro del thriller sangriento de la novela a la comedia de acción del film le sienta la mar de bien a la historia. Juzgad vosotros mismos, el trailer es tremendo.

14 de febrero de 2011

[Crítica] La trampa del mal

A continuación, señores y señoras, una retaila de críticas cinematográficas acumuladas que no he podido postear antes. El motivo en esa ocasión es bueno, buenísimo, diría yo. El teórico aprobado da fe de lo bien invertido que ha estado mi tiempo lejos de mi adorado blog...

Comencemos con la primera crítica: La trampa del mal. Tras "no ver" a M.Night. Shyamalan durante su breve estancia en Fnac Callao el pasado 27 de enero, "sí pude asitir" al preestreno de su nueva película que no dirige pero sí produce, La trampa del mal.

Me sabe mal decirlo, pero este hombre no levanta cabeza. El que fuera uno de mis directores favoritos de cuya mente salieron joyas como El Bosque o la críticada injustamente La joven del agua (uno de los cuentos más bonitos, tiernos y sobrecogedores de los que he visto) está que no está.

El Incidente ya fue un fracaso en toda regla, una historia que prometía pero tratada con una frialdad y una falta de criterio totalmente impropias en el director. Recuerdo aquello como una auténtica decepción. Luego vino Airebender, la adaptación de un anime de bastante éxito por tierras niponas y también por estos lares. Primero que no encajaba que un director como Shyamalan se metiera en algo así, pero que además lo hiciera tan rematadamente mal fue una sorpresa a la par que otra decepción... ¡Este hombre me está matando a disgustos!.

Ahora esta película dirijida por John Erick Dowdle (Quarantine, versión americana de  la escalofriante REC) es una pequeña, minúscula y facilona película de terror. No tiene mucho misterio, tampoco mucha gracia, es previsible aunque almenos bastante poco pretenciosa. La verdad es que me quedé igual tras verla y no se reconoce la mano de M. Night Shyamalan por ninguna parte. Eso sí, los créditos iniciales son algo bastante inquietantes y sorprendentes.

La historia es muy báscia; unos desconocidos en un ascensor, uno es el demonio y los demás se van muriendo de forma muy chunga y dolorosa... No tiene más, en serio, es solo eso, 80 minutos así. Es por eso que aún sin ir con demasiadas espectativas, consigue defraudar. Yo porque soy una gallina y me da miedo hasta el pasillo de mi casa a oscuras, pero el film es soso lo mires por donde lo mires.

Eso sí, yo no pierdo la esperanza de que algún día este director, este contador de historias, resurja de sus cenizas cual Ave Fénix y nos calle la boca a todos. Hasta entonces, seguiré visionando una y otra vez esas joyas que fueron sus primeras películas.

3 de febrero de 2011

Los Minutejos, puro sabor castizo

De nuevo, el hambre me juega malas pasadas y me trae recuerdos de las tardes en Los Minutejos, emblemática tasca carabanchelera situada en Antonio Leyva, 19 donde se come la mejor oreja del mundo. Lo afirmo, porque es verdad.

Por ello os animo a aquellos que están en Madrid o que tienen intención de pasarse por aquí que no dejen de visitar este minúsculo bar que derrocha encanto y sabor por los cuatro costados. Las paredes están forradas de carteles con refranes inteligentemente adaptados para elogiar a los sabrosos minutejos. El espacio lo llenan mesitas bajas con taburetes aún más bajos. Todo el ambiente invita a la charla distendida, a las risas y a enlazar cañas y minutejos hasta que el cuerpo aguante. Y si eres un valiente, te puedes arriesgar con el tabasco... Cuidado, uno de los tarros tiene un agujero más grande de lo normal y cae tabasco de forma desproporcionada.

Y a todo esto, quien no lo sepa se puede estar preguntando que es un minutejo... Un minutejo es un mini-sandwich de oreja de cerdo, una lamina finísima de oreja con pan tostado finísimo también que entra tan fácil que es imposible controlarse...

Lanzada sugerencia culinaria para cualquiera que quiera recogerla...
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